Los cambios de temperatura, humedad y exposición solar que acompañan al cambio de estación afectan a la salud de nuestra piel. A medida que dejamos atrás el verano y nos adentramos en el otoño y el invierno, pueden aparecer síntomas como sequedad cutánea o brotes de enfermedades dermatológicas crónicas.
Esto se debe a que, en esta época, la piel reduce la producción de sebo y transpiración, alterando su barrera natural. Esto se traduce en una menor capacidad para retener la humedad, haciendo que se reseque y se vuelva más vulnerable a irritaciones y otros problemas. Por eso, adaptar nuestra rutina de cuidado cutáneo es esencial para mantener la piel sana y protegida en otoño.
Problemas cutáneos frecuentes en otoño y cómo prevenirlos
Durante el cambio de estación, algunos problemas dermatológicos se vuelven más comunes. Y es que la alteración de la barrera protectora natural favorece la aparición de ciertos síntomas y, en algunos casos, brotes de enfermedades preexistentes. Conocerlos y saber cómo prevenirlos puede marcar la diferencia:
- Sequedad cutánea: es habitual con la bajada de temperaturas y la menor humedad, lo que provoca tirantez, picor y fisuras. Para prevenirla, conviene usar productos hidratantes con urea o glicerina y evitar productos con parabenos o siliconas. También se recomienda beber al menos 1,5 litros de agua al día.
- Eccemas y piel agrietada: el frío y la sequedad pueden agravar estas afecciones, especialmente en zonas como las manos, los codos o las piernas. Para prevenirlas, conviene usar lociones calmantes, ducharse con agua templada y usar ropa de algodón.
- Labios agrietados: al carecer de glándulas sebáceas, los labios se resecan con facilidad y son especialmente sensibles al frío. Para protegerlos, se recomienda exfoliarlos suavemente un par de veces por semana y aplicar bálsamos con vitamina C, E o manteca de karité antes de salir. También es aconsejable evitar humedecerlos con la lengua, ya que esto empeora su deshidratación.
Se considera que la piel es el órgano más grande de nuestro cuerpo. Por eso es importante prestar atención a sus señales y responder con los cuidados adecuados. Al hacerlo, no solo prevenimos estas molestias puntuales, sino que también fortalecemos su función como primera barrera defensiva frente a agentes externos.
Enfrentarse al cambio de estación con enfermedades crónicas de la piel
El cambio de estación puede agravar algunas afecciones dermatológicas que requieren una atención continua. Las pieles más vulnerables suelen reaccionar ante las variaciones de temperatura, la disminución de la humedad o el uso de calefacción, lo que puede traducirse en una alteración de la barrera cutánea y un aumento de la sensibilidad o los brotes.
Por ejemplo, en la dermatitis atópica, el frío y la baja humedad favorecen la pérdida de agua en la piel, lo que puede provocar brotes. Para prevenirlos, es clave el uso de emolientes antipruriginosos y mantener una temperatura estable en casa (alrededor de 18 °C).
En el caso de la psoriasis, el frío y la deshidratación pueden favorecer los brotes. Para controlarla, es esencial hidratar bien la piel, evitar rascarse y seguir el tratamiento médico. También conviene prestar especial atención al control del estrés, uno de los desencadenantes más comunes.
El cuidado de la piel durante el cambio de estación no debe subestimarse. Ante cualquier síntoma persistente o brote, es fundamental acudir a un dermatólogo para recibir el tratamiento adecuado y evitar complicaciones.